En otros tiempos el
cardenal Richelieu hizo a su propósito, resumido por él mismo con estas
palabras: “Arruinar al partido hugonote, que compartía el Estado con el Rey;
humillar el orgullo de los grandes, y reducir todos los súbditos a sus deberes,
elevando el nombre del Rey en las naciones extranjeras al puesto que debe
ocupar”, su proyecto de vida, fructificó hasta que después de su muerte, Ana de
Austria, madre de Luis XIV, designó como jefe del Consejo al cardenal Giulio
Mazarino, protegido de Richelieu. Se trataba de un italiano de condición
humilde al que sus enemigos llamaban el ruin de Sicilia, no por poco ostentaba
ese título. Para muchos la elección de Mazarino fue una gran desilusión, debido
a que todos los enemigos de Richelieu esperaban contar con una persona que les
devolviera sus privilegios de “grandes señores”, situación que por supuesto no
ocurrió, más aun terminó por quitarles los privilegios que les quedaban, por
obtener el poder absoluto. Por otro lado
al igual que Richelieu, Mazarino continuó con la política de aplicar impuestos,
lo que junto, a las malversaciones de los encargados de la hacienda pública,
terminó por agotar la paciencia de los nobles.
Fue así como comenzó una nueva revuelta, llamada la Fronda, esta denominación
se le dio por un juego que practicaban en ese tiempo los niños de París en los
fosos de la ciudad, lanzándose piedras con una honda.
Si debemos hacer un síntesis de lo sucedido hacia 1653, comenzaríamos
por afirmar que para aquella época La
Fronda había desatado en Francia los males habituales de una
guerra civil, es decir, ruina económica y muerte. Sin embargo, era la forma de
asegurar el triunfo del Absolutismo, a pesar de que su objetivo principal era
debilitar a la monarquía, porque tantos desórdenes habían terminado por aburrir
al clero, a los hacendados y a los nobles, que se habían arruinado. Existía un deseo generalizado de tranquilidad
y seguridad, que Francia vio representado en la figura de Luis XIV.
En sus inicios La Fronda partió del
Parlamento de París, con una declaración en la que se señalaba la negativa a
aceptar el establecimiento de nuevos impuestos sin el consentimiento del
Parlamento. Asimismo, establecía que no podía tenerse en prisión a ningún
súbdito del rey por más de veinticuatro horas, tiempo en que debía ser
interrogado y enviado a los jueces. Las pretensiones del Parlamento provocaron
una guerra civil, en la que este contó con el apoyo del bajo pueblo de París y
con los príncipes que odiaban a Mazarino. Esta lucha, que no duró más de tres
meses, no dio ningún resultado. Sin embargo, en el año 1650, cuando Luis de
Borbón, príncipe de Condé, fue arrestado, empezó una nueva Fronda que duró más
de dos años. El príncipe de Condé fue
detenido por orden de Ana de Austria, quien se cansó de las insolencias del
príncipe, de su deseo de poder y de sus anhelos de suplantar en el cargo al
cardenal Mazarino. Las provincias de Borgoña y Guyena se alzaron ante esta
medida, y los ciudadanos de París se armaron; el Parlamento, a su vez, pidió el
destierro de Mazarino. El cardenal
fingió ceder, dejó en libertad a Condé y luego se refugió en Alemania. Pero la
arrogancia de Condé, que ya se creía un lord protector de Francia como lo era
Cromwell en Inglaterra, lo tornó odioso para los parisinos, incluso una amenaza
para el Parlamento, por lo que prefirió abandonar París. Además, Ana de Austria
no le dio, como él quería, la sucesión de Mazarino.
Aquí hacemos un
alto, es en este momento de los hechos históricos que nos encontramos, Mazarino
había retornado de su destierro en Alemania, hacía unos meses, Condé había
abandonado París casi al mismo tiempo.
Pero todo cambio supone más cambios, por lo que desde el regreso del
cardenal Mazarino, este se había tornado en un hombre con un poder casi
semejante al de su antecesor, no por
ello dejaba su carácter mezquino y avaro, pero siendo que Condé había mudado el
amor de la gente en odio, Mazarino sin trabajo resultó ser el protector del
reino, por ello ahora el poder de
Mazarino era más grande que de la misma reina Ana de Austria, incluso el trato
al cardenal se igualaba con el trato a Luis XIV.
Y si volvemos la
mirada sobre otros aspectos desde 1629 a 1653 como la jerarquía entre los
regimientos, habían sucedido muchos cambios, al igual que todo a su
alrededor. Recordando que por inicios
los guardias del cardenal, Richelieu, y los mosqueteros del rey eran las
escoltas preferenciales del reino, guerreros sólo igualados con sobrehumanas
figuras que servían de piezas de ajedrez del Rey Luis XIII y Richelieu, para hacer historias y aventuras
palaciegas que finalmente terminaron como las leyendas de un tiempo. A la muerte de Luis XIII y de Richelieu, los guardias del cardenal se hundieron en el
olvido de uno nuevo que no confiaba en ninguno de ellos, y los mosqueteros del rey sufrieron una
especie de dejadez de parte de la reina, eso debido a una desavenencia entre la
reina y el capitán de mosqueteros M.
Treville, según rumores, Treville, disconforme con la situación de
Francia después la muerte de Luis XIII, había tomado partido junto con otros
para proscribir al nuevo ministro Mazarino, finalmente nadie había confirmado
la veracidad de dichos rumores.
Aproximadamente
en 1643, Mazarino, situó a la
Guardia Real sobre las demás guarniciones, y para evitar el
rechazo y el reclamo posterior, solicitó a la reina que firmara en nombre del
rey y del reino la reforma a las guarniciones existentes en Paris. En sus partes más salientes dictaba:
“...La Guardia Real
conformará a partir de este edicto, con significativa potestad sobre los otros
destacamentos, de la integridad de su majestad y de sus deseos.
Los
guardias suizos conservarán la misma consigna otorgada hasta la fecha
Los
mosqueteros del rey, dividen sus líneas en destacamentos, siendo el primer
destacamento el de Arnauld‑Jean du Peyrer, primer conde de Tréville, capitán de
mosqueteros, usando como distintivo las casacas negras
La
guardia del difunto cardenal Richelieu, a causa de la reforma conformará el
segundo destacamento de los mosqueteros del rey, usando como distintivo las
casacas rojas
Los
guardias de François de Guillon Des Essarts, a causa de la reforma conforman el
tercer destacamento de los mosqueteros del rey, usando como distintivo las
casacas purpura...”
Para
algunos, como M. Treville y su cuñado M. Essarts, esta reforma constituía una
satisfacción para Ana de Austria, el
pago por las afrentas del pasado. Para los sobrevivientes de la época de Luis
XIII, unir a guardias del difunto cardenal como un regimiento anexo a los
mosqueteros del rey y eliminar a la
Guardia de M. Essarts, y sobre, degradar de posición a la
primera, era una verdadera afrenta de la reina, el olvido absoluto a la lealtad
de una vida. Pero las reinas son
finalmente mujeres y con poder son enemigos peligrosos que duermen esperando el
momento de lavarse cualquier tipo de ofensas.
Con todo
estos hechos, la corte murmuró de la certeza de los habladurías sobre M. Treville, cosa que causo, que este último se
hundiera en la tristeza y se alejara de la cabeza de la guarnición. Sin embargo, todo ello también produjo un
efecto de ida y vuelta, la reina había actuado en contra de Treville sin prever
con que sus muestras de adhesión a Mazarino acrecentarían otro tipo de
comentarios, de aquellos que susurraban
de la relación personal que ella llevaba con el cardenal, así, victima de su
propio actuar, ordenó secretamente se llamase a Treville, y a una reunión
privada, a la que nadie asistió, con fines que nadie supo. Si las reinas son dos veces mujeres y una mujer
es un mundo inconmensurable e incomprensible, entonces ninguno observaría que
Ana de Austria declarase desde aquel día a M. Treville entre uno de sus más
allegados y apreciados amigos.
Al punto
que, para las fechas en que se encuentra este relato, la Guardia Real era, por
así decirse, la que actuaba alrededor del rey.
Sin olvidar que debido a la
Fronda, las demás guarniciones habían tenido una actividad
similar dentro de Palacio. Por ello los
patios de Palacio eran una mezcla de uniformes,
a excepción el sector del palacete de la Guardia Real
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